lunes, 2 de julio de 2012

89. Espíritu de la paz

Este comienzo de verano Santiago, sin ser Año Santo Jubilar ni nada - o quizás por eso -,  está siendo visitado por personajes ilustres. Si hace un par de semanas Hemingway se dejó caer por la capital gallega, hace unos días fue Gandhi quien nos honró con su visita. Me lo encontré en la plaza de la Azabachería, delante del convento de San Martín Pinario. A las personas que se acercaban a saludarle el profeta de la paz les regalaba un papelito enrollado, como un minúsculo papiro, que contenía alguna de sus célebres reflexiones o aforismos. A mi me tocó aquella que reza “no hay camino para la paz, la paz es el camino”. Y así, imbuido por el espíritu del sabio y líder hindú, seguí mi camino hasta encontrar la paz en un pequeño local de la zona vieja de Santiago, sentado junto a una ventana que daba a una soleada calle peatonal y saboreando un café cortado. Mas, como lo bueno suele ser breve, también mi paz duró poco. Se esfumó cuando la vieja de la mesa de al lado se puso en pie, sacó un cortaúñas tamaño XXL del bolso y se puso a reducir el tamaño de sus uñas haciendo saltar los excedentes ungueales en todas direcciones como quien lanza confetis al aire. Agarré raudo El País que había encima de la mesa para usarlo a modo de parapeto y evitar así que algún trozo de señora acabase dentro de mi taza. Abrí el periódico al azar: en una fotografía de la página 17 unos policías antidisturbios amenazaban con porras a un matrimonio con cuatro hijos pequeños que se resistían a ser desahuciados y en la 18 un juez acusado de malversación de fondos públicos afirmaba que los gastos que él había cargado al erario público (varias decenas de miles de euros en viajes de placer junto a su amante) eran una cantidad mísera e insignificante. Las noticias y el ruidito del cortaúñas me estaban poniendo de los nervios, por lo que intenté pensar en la figura de Gandhi para no caer en la tentación de arrearle con el periódico en las manos a la vieja, pero mi memoria sólo me ofrecía imágenes del Che Guevara. Mas no piensen mal, la herida que tengo en el antebrazo, aunque lo parece, no ha sido producida por un cortaúñas. 

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