miércoles, 11 de julio de 2012

92. Círculo mágico

En una de estas perchas, para más señas la que hace la número nueve si empezamos a contar por la izquierda, un frío día de noviembre del año 2009 colgó su abrigo de marca un saxofonista italiano que unos años antes había accedido a tocar con una conocida banda de blues en un concierto medio improvisado en un pub de Dublín. Aquella misma noche, ya cerca del amanecer, sobre el hombro izquierdo de ese mismo abrigo lloró sus penas desconsoladamente la esposa de un arquitecto extremadamente perfeccionista, inseguro y con tendencias suicidas. Antes de conocer al arquitecto, cuando era todavía una alegre y divertida universitaria, aquella mujer había conocido a un joven y prometedor abogado que ya por aquel entonces destacaba en los tribunales por su elocuencia y sagacidad, y en la cama por sus inclinaciones sadomasoquistas. Este abogado pasados los años llegaría a ser ministro de justicia de un conservador gobierno británico y en una ocasión, con motivo de un viaje oficial a Nueva York, le cedió el paso a una elegante dama a la entrada del ascensor de un lujoso hotel de la ciudad de los rascacielos. La dama, que poseía una mirada capaz de desarmar al más osado galán y esa noche lucía un escote que desprendía un irresistible olor a Chanel Nº 5, apenas reparó en el ministro, pues acudía con retraso a un encuentro secreto con un piloto de Aerolíneas Argentinas que se llamaba Renato. Un piloto que en la primavera del 2012, en un viaje realizado a Galicia para conocer a sus antepasados por parte de madre, se hospedó en el mismo hotel de Santiago de Compostela que tres años atrás había acogido al saxofonista italiano. A la hora de la cena, cuando Renato fue a colgar su gabardina, vaciló unas fracciones de segundo entre dos perchas, a saber, las que hacen los números ocho y nueve, mas acabó colgando su prenda en esta última, cerrando de ese modo un círculo mágico. De haber elegido la otra percha, no hubiera sido lo mismo, pues no se hubiera cerrado el círculo y, lo que es peor, no tendría sentido alguno contar esta historia.

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