Por su
arquitectura, los aeropuertos en general son edificaciones más bien frías,
impersonales, casi diría inhumanas; y desde un punto de vista estético tienen
mucho en común con los centros comerciales. De hecho, uno a veces
tiene la sensación de que las compañías aéreas a lo que se dedican es a conectar a todos los centros comerciales del mundo entre sí,
trasladando clientes de un lado a otro. En ambos lugares predominan las superficies brillantes y luminosas, las
líneas claras y racionales, el cristal y el acero, los espacios
amplios (uno no acaba de entender por qué construyen los techos de
los aeropuertos tan altos, con lo que eso debe costar en
calefacción), y a ambos los caracteriza una especie de asepsia hospitalaria que se repite en
la mayoría de los aeropuertos del mundo occidental. No obstante, hay
una diferencia fundamental entre un aeropuerto y un centro comercial
y es que los primeros son lugares que a pesar de toda su asepsia e
impersonalidad están impregnados de emoción, fruto de las
innumerables experiencias intensas vividas por miles de pasajeros en
estos espacios. Quien haya viajado un poco por los cielos del mundo seguramente guardará en su memoria
momentos inolvidables vividos en alguna terminal de aeropuerto.
¡Cuántos reencuentros largamente anhelados se han producido en
las terminales de llegada, cuántas despedidas dolorosas en las de
salida, cuántas lágrimas de felicidad o de pena se han vertido
ante las puertas de embarque, en las terrazas de los miradores o en
los controles de aduana! Y sin
contar las situaciones especialmente trágicas, como los momentos
dramáticos vividos por los familiares y amigos de los pasajeros que
iban a bordo del avión de Spanair con destino a Gran Canaria en agosto del 2008, o del Airbus 320 de Germanwings que se estrelló, mejor
dicho, estrellaron el mes pasado en los Alpes, por citar sólo dos de los aeropuertos, Madrid-Barajas y Prat en Barcelona, que un servidor más veces ha frecuentado. Todas esas vivencias, para bien o para mal, distinguen
a los aeropuertos con una especie de magnitud
de la que carecen por completo los centros comerciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario