lunes, 20 de abril de 2015

243. Besos

Algunos besos son besos castos, superficiales, de compromiso, besos de bienvenida, de buenos días, buenas noches; besos sintéticos que suelen ser un fin en sí mismos y con frecuencia son besos prescindibles, o no. Son besos que saben a menta, a cacahuete, a fresa, o a nada; besos que son como un jacuzzi para tu conciencia; besos piquito, de colibrí o paloma torcaz.

Otros besos, en cambio, son besos más bien analíticos, que con frecuencia son un toque de distinción, una declaración de amor o, cuando menos, de intenciones. Estos besos suelen ir al grano, o a la peca; a veces parecen insignificantes, pero pueden llegar a ser besos trascendentales, redentores. Son éstos besos de sirena, esdrújulos, clásicos, fantásticos, que fertilizan ilusiones y perfilan horizontes. Mas también los hay que son definitivos, besos epílogo, besos de adiós, de hasta siempre o nunca más; y casi siempre son besos melancólicos, antológicos, que saben a coco, pino o musgo y caracol.

Después están los besos de tornillo, con lengua, sin lengua o incluso bilingües; besos apnea o de yegua purasangre. Son casi siempre besos soñados, inesperados, puede que prohibidos, que te pueden quitar el hipo, los complejos e incluso el sentido; besos con los que jamás contabas, besos con frecuencia caprichosos, que van y vienen, y en el camino pueden volverse lúcidos, patológicamente apoteósicos.

Unos besos son merecidos y otros no, unas veces regalados, otras robados por ladrones de guante blanco o cleptómanas de falda corta; en todo caso son besos poéticos, aunque a veces también dramáticos o patéticos; y tanto si son medrosos como si son atrevidos siempre son besos estupendos, inolvidables, que, para bien o para mal, dejan marcas invisibles; son besos que a la vez te diseccionan y recomponen el alma, y saben a absenta, a canela y mar; a maracuyá, sexo y trufa o simplemente a sorbete de limón.

Y también hay besos de verdad y besos de mentira, y estos últimos son besos falsamente sonoros o hipócritamente silenciosos, besos insensibles, que no son lo que parecen, besos de Judas, de vampiro, de verdugo o de político en período electoral; son besos trampa, besos lapa, besos sapo o besos bomba, que hieren como cuchillos y que en el mejor de los casos son besos clamorosamente frívolos, cursis, empalagosos, también llamados besos fregona, que saben a lo que saben o a huevo podrido, amoniaco o pedo de tiburón.

Y el de la imagen, ¿a qué tipo de beso pertenece? A saber, dependerá de si el sujeto que lo etiqueta lo da o lo recibe, de si lo etiqueta la bella o la bestia, o de si lo etiqueta por la mañana o por la noche, en otoño o en primavera, comido o en ayunas y, cómo no, también de sus respectivos estados civil y/o de ánimo.

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