He aquí
una playa urbana a una temprana hora de la mañana, a esa hora mágica
en la que algunos espíritus madrugadores coinciden con algunas almas
trasnochadoras y ambos se observan mutuamente con una mezcla de extrañeza y
envidia; a esa hora en la que los primeros bañistas acuden a hacer
sus abluciones en honor del dios Neptuno y los dueños de perros
cumplen con su deber para con sus fieles mascotas al tiempo que
aprovechan para estirar un poco las piernas; hora también en la que
algunos jubilados con una barra de pan recién horneado en una mano y
el periódico debajo el brazo, dan un rodeo por el paseo marítimo
antes de volver a casa para poder deleitarse con los primeros rayos
de sol reflejados en la superficie del agua y también con las
anatomías de las jóvenes féminas que practican running
embutidas en trajes muy ceñidos y fluorescentes. Una estampa idílica
que bien podría servir para ilustrar un prospecto promocional de un
lugar de vacaciones, pues el mar que vemos en la foto es el
Mediterráneo. El mismo mar Mediterráneo que, dicho sea de paso,
engulle a cientos, qué digo, miles de ciudadanos africanos que huyen
desesperadamente de guerras, tortura, hambre, epidemias, y en su
desesperación se suben a unas embarcaciones que ofrecen muy escasas
posibilidades de llegar a buen puerto. Desde este lado del
Mediterráneo a esos individuos los vemos como a intrusos, insolentes
y descarados, que vienen a robarnos lo que es nuestro. Los vemos como
una masa de gente anónima, amorfa e insignificante que ni sufre ni
padece, y que como una marabunta de lemmings que por alguna extraña razón
se lanza al agua en una especie de suicidio colectivo. Y lo único que
nos preocupa es que no consigan alcanzar la otra orilla (la nuestra),
pues todavía no he escuchado de ningún dirigente europeo ni una
sola propuesta inteligente para solucionar el problema desde un punto
de vista humano. Sólo aportan soluciones de urgencia para que estos
indeseables no entren en nuestro redil, e intentan justificar su
escasa talla política y su falta de solidaridad hablando de mafias, efecto llamada, terrorismo islamista o
exiliados económicos. Visto lo visto, no me sorprendería que
también este problema lo intentaran solucionar aplicando sus
conocidas políticas de austeridad.
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