miércoles, 29 de abril de 2015

244. Mediterráneo

He aquí una playa urbana a una temprana hora de la mañana, a esa hora mágica en la que algunos espíritus madrugadores coinciden con algunas almas trasnochadoras y ambos se observan mutuamente con una mezcla de extrañeza y envidia; a esa hora en la que los primeros bañistas acuden a hacer sus abluciones en honor del dios Neptuno y los dueños de perros cumplen con su deber para con sus fieles mascotas al tiempo que aprovechan para estirar un poco las piernas; hora también en la que algunos jubilados con una barra de pan recién horneado en una mano y el periódico debajo el brazo, dan un rodeo por el paseo marítimo antes de volver a casa para poder deleitarse con los primeros rayos de sol reflejados en la superficie del agua y también con las anatomías de las jóvenes féminas que practican running embutidas en trajes muy ceñidos y fluorescentes. Una estampa idílica que bien podría servir para ilustrar un prospecto promocional de un lugar de vacaciones, pues el mar que vemos en la foto es el Mediterráneo. El mismo mar Mediterráneo que, dicho sea de paso, engulle a cientos, qué digo, miles de ciudadanos africanos que huyen desesperadamente de guerras, tortura, hambre, epidemias, y en su desesperación se suben a unas embarcaciones que ofrecen muy escasas posibilidades de llegar a buen puerto. Desde este lado del Mediterráneo a esos individuos los vemos como a intrusos, insolentes y descarados, que vienen a robarnos lo que es nuestro. Los vemos como una masa de gente anónima, amorfa e insignificante que ni sufre ni padece, y que como una marabunta de lemmings que por alguna extraña razón se lanza al agua en una especie de suicidio colectivo. Y lo único que nos preocupa es que no consigan alcanzar la otra orilla (la nuestra), pues todavía no he escuchado de ningún dirigente europeo ni una sola propuesta inteligente para solucionar el problema desde un punto de vista humano. Sólo aportan soluciones de urgencia para que estos indeseables no entren en nuestro redil, e intentan justificar su escasa talla política y su falta de solidaridad hablando de mafias, efecto llamada, terrorismo islamista o exiliados económicos. Visto lo visto, no me sorprendería que también este problema lo intentaran solucionar aplicando sus conocidas políticas de austeridad.

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