miércoles, 17 de junio de 2015
251. Experiencia(s)
El hijo de un buen amigo mío estos días lo está
pasando bastante mal por culpa de una novieta que le salió rana. Lo malo
de los casos como el suyo no es sólo el hecho de sufrir mal de amores, sino el
tener que hacerlo por una persona que en el fondo no merece la pena. La niña, eso se ve en seguida, es muy mona y simpática,
pero, según mi amigo, también es bastante frívola, egoísta y un pelín cortita. El domingo pasado tomé un café con él y con su hijo, y en un
momento de la conversación éste, decaído y medio avergonzado, recordó como una
tarde, al principio de empezar a salir, estando los dos abrazados en la playa contemplando
como el sol se hundía detrás del horizonte ella había dejado escapar un
sonoro pedo y que, por encima, lo había celebrado con un aluvión de risitas. El
padre, enojado, le recriminó, pero hombre, parece mentira en ti, deberías
saber que de una chica que es capaz de tirarse un pedo contemplando una
puesta de sol puede esperarse de todo. Yo miré al pobre chico, después
al padre, pero no dije nada. Qué fácil es dar consejos y adoptar la pose del
adulto experto, pensé, pero la sabiduría que se supone dan los años en realidad
no sirve para mucho, pues como decía aquel hombre sabio, lo que comúnmente
llamamos experiencia es como un farol que llevamos colgado en la espalada, sólo
ilumina el camino andado
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