martes, 5 de abril de 2016

285. Banquete


En un lugar de la costa gallega hay un restaurante en primera línea de playa en el que casi todos los fines de semana de julio y agosto se celebran banquetes de boda. Los cuartos de baño del local, tanto el de hombres como el de mujeres, sólo disponen de un inodoro cada uno, lo cual resulta a todas luces insuficiente. Más si el marisco no es del todo fresco, entonces se produce tal tráfico de invitados entre el comedor y los baños que hace cundir el pánico entre los comensales de intestino sensible. Cuando esto sucede, los más mundanos optan por bajar hasta la playa provistos de un trozo de mantel, rasgado y escondido con mucho disimulo, para descargar en el arenal la molesta carga al amparo de la oscuridad. Parece ser que entre los asistentes asiduos a estos convites hay un acuerdo tácito de señalar la ubicación manteniendo encendido un cigarrillo todo el tiempo que dura el proceso fisiológico, incluso entre aquellas personas que de normal no fuman. Hay noches en las que desde la barandilla que separa el arenal del paseo marítimo es posible distinguir decenas de pilotos rojos, separados respetuosamente unos de otros, por toda la playa dando lugar a un original espectáculo luminoso. Y también musical, pues entre ola y ola se escuchan los redobles ventosos y los quejidos ahogados propios de quien está inspirando aire en una postura algo forzada. Al día siguiente, cuando los primeros bañistas empiezan a asomar por la playa para colocar sus cortavientos, parasoles y toallas se encuentran con los testimonios del festivo menú distribuidos estratégicamente por la arena. Un soleado lunes de finales del pasado verano la empleada de una floristería reconoció el pañuelo de su novio por las iniciales que ella misma le había bordado a mano, sucio y arrugado, al lado de una papilla viscosa y oscura que talmente parecía el caldo de un centollo. Dicen que ahora ya no son novios y las clientas de la floristería no se ponen de acuerdo en si la ruptura fue debida la poca estima que el novio mostró al pañuelo o al hecho no haber sido invitada a acompañar a su novio al banquete.

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