En cierta ocasión, en un parque de atracciones cuyo nombre
no quiero recordar, descubrí una atracción con el sugerente y seductor nombre Los Espejos de la
Verdad. El pregonero de la entrada, ataviado con un disfraz de mago Merlín, vendía
el ingenio como la cosa más mágica y más maravillosa jamás vista. Aun sabiendo que
se trataba de un timo, me procuré una entrada con la intención de reírme
un rato de mí mismo, probablemente viendo mi figura deformada por espejos
cóncavos y convexos. Entré en una especie de antesala
a la que daban tres puertas idénticas, que se diferenciaban sólo en el texto del rótulo que lucían: Espejo del Pasado, Espejo del Presente y Espejo del Futuro, respectivamente. Me picó la curiosidad
y la primera puerta que abrí fue la puerta que guardaba el espejo del futuro. Pasé a un pequeño cubículo del tamaño de una cabina telefónica en una de cuyas paredes colgaba un espejo de moldura barroca. En él me vi de
espaldas saliendo de la atracción de feria, no sé con qué ánimo, pues no
alcancé a verme la expresión de la cara. Volví a la antesala y abrí la puerta
que daba al pasado. En este espacio, idéntico al primero, me vi comprando una entrada en la taquilla de Los Espejos de la Verdad y nada más. Por
último, accedí al cubículo en el que estaba el espejo del presente. Aquí el espejo me
devolvía una imagen mía sonriente, con una sonrisa de oreja a oreja. No sabría decir si se trataba de una
expresión de felicidad o de atolondramiento. Esperé un rato para ver si sucedía
algo más, pero nada cambió, en vista de lo cual abandoné el recinto y salí a la vida real. Al pasar a la altura del
falso Merlín me acerqué a él y le comenté que aquel espectáculo de mágico
tenía más bien poco y que me parecía un timo. Él me miró con una mirada
penetrante e impostada y me respondió con una pregunta. - ¿Cómo te has visto en el Espejo del Presente? - Sonriendo como un gilipollas, - aduje, sin ocultar mi
disgusto. - ¿Y aun te quejas? ¡Es todo cuanto necesitas saber! - concluyó ufano y
rotundo el mago frunciendo el ceño. Según me alejaba de aquella atracción de feria la sensación de haber sido víctima de un timo se fue disipando.
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