Dependiendo de quien la pronuncie, de cómo, cuándo y dónde
se pronuncie, de la intención (buena o mala) o del interés del hablante, una palabra puede
significar una cosa y también la contraria. No pocas veces a la frase “te
quiero” parece que le falta otro verbo (del tipo comer, vampirizar o
estrangular). A veces, cuando algún(a) angloparlante me dice enjoy your meal, el your me suena tan acentuado que convierte la frase en una amenaza, para
que no se me ocurra meter mi tenedor en su plato, o algo por el estilo. Y en
cierta ocasión, en un curso de fotografía impartido por una fotógrafa
argentina, ésta al final de la clase del viernes nos puso deberes. Para el
lunes tenés que hacer un autorretrato – me dijo. La profesora tenía un hablar
tan lindo y exquisito que me perdí en su sonoridad, su dulzura y los
significados ocultos de sus palabras y el lunes fui el hazmerreir de toda la
clase cuando mostré mis fotos de coches antiguos. Estos juegos lingüísticos en
principio no son nada malo, al contrario, son algo muy bueno, pues se trata nada
más y nada menos que del material con el que trabajan los poetas. Lo que sí es
malo, muy malo, es cuando los líderes políticos o religiosos (a veces no
distingo muy bien unos de otros) retuercen a su antojo los significados de las
palabras para confundir a la opinión pública. Por ejemplo, cuando llaman
ajustes económicos a los recortes en los servicios sociales, cuando hablan de
externalizaciones para referirse a las privatizaciones de servicios públicos o
cuando denominan movilidad exterior a la emigración de los titulados
universitarios que no encuentran trabajo en España. Manipulan y adulteran el
significado de las palabras a su antojo y juegan a disfrazar mentiras de
verdades. El cruce de proclamas y amenazas que se lanzaron los gestores del
Estado Español y de la Generalitat de Cataluña, y que siguen lanzando, daría
para escribir todo un tratado de mala retórica política. El mismo problema,
para unos fue un golpe de estado y para los otros un mandato democrático (posverdad
se le viene llamando a esto últimamente). Menos mal que la Iglesia se mantuvo
relativamente al margen, de lo contrario el mandato, además de democrático sería
divino y el golpe de estado, además, una herejía. Pero volviendo a lo del
autorretrato, recuerdo que para salir airoso de la situación embarazosa también
recurrí a la retórica (no sé si política o no) e intenté justificarme con que
había querido captar mi imagen reflejada en la carrocería del auto, pero nadie se
lo creyó.
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