333. Por quién doblan las campanas
Siempre había
odiado esas exposiciones públicas de cadáveres rodeados de coronas de flores.
La muerte le parecía un trance demasiado íntimo como para convertirlo en un
espectáculo obsceno. Detestaba a esas personas que se plantan delante del
féretro y lo soban con sus miradas tristes, morbosas y asustadas. Pero al ver
al otro lado del cristal a su mujer, llorando sin consuelo abrazada a su hija, empezó
a sospechar que el difunto bien podría ser él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario