Básicamente
hay dos tipos de individuos. Por una lado están aquéllos que intentan cambiar las cosas, mejorar su
vida y la de los de su entorno y por otro lado, están aquellas personas que se limitan a imitar patrones y a seguir las normas
y costumbres de sus antepasados. Los dos tipos son necesarios, pues sin los
primeros nada cambiaría y no habría evolución, ni progreso y sin los
segundos no existirían ni la tradición, ni el acervo cultural. Pero también existe un
tercer grupo, no menos numeroso y entre el que a veces me incluyo, que invierte
(quizás debiera decir, pierde) el tiempo en observar y clasificar a sus
congéneres, que a veces llega a conclusiones más o menos atinadas y/o ingeniosas, pero que, a fin de cuentas, no sabe qué hacer con tanta taxonomía.
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