El
de ayer fue
uno de esos domingos en los que no apetece nada salir de casa. Desayuné tarde
y con
calma, puse una lavadora, le di un repaso al baño a ritmo de Luis
Armstrong,
empecé una nueva novela de Jean Echenoz y almorcé un bocadillo en el
sofá
mientras leía varios artículos de prensa atrasados. Después de la siesta
intenté poner un poco de orden en las estanterías de libros y cayó en
mis manos
uno de mis diarios de peregrino, el de 1993. Lo hojeé durante un rato,
deteniéndome a mirar los dibujos y a leer algunas frases subrayadas. Me
emocionó
especialmente una que decía: “Cuando llegas a Santiago, algunas ideas
peregrinas se han
convertido en sólidos principios”.
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