Una sonrisa
cuesta tan poco y puede valer tanto, pero nos estamos olvidando de practicarla
y el problema debe ser serio, porque cada vez se ven más activistas por la
calle intentando rescatarnos. Benditos sean, pues me contaron la historia de
un hombre solitario que estaba a punto de tirarse por la ventana de su casa
(vive en un quinto piso) justo en el momento en que llamaron a su puerta. Es
un hombre bueno y educado y siempre que llaman, abre. Aquella mañana, la
sonrisa de la chica que quería hacerle socio del Círculo de Lectores le salvó
la vida.
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