martes, 21 de junio de 2016

293. Reencuentro


Cada reencuentro con Berlín es siempre una experiencia. Allí el tiempo cronológico es como el meteorológico: cambiante e imprevisible, por momentos pasa a toda prisa, otras veces en cambio transcurre lento, muy lento. Berlín es una ciudad frenética y a la vez tranquila; es muy mediterránea, a pesar de estar tan al norte. Es una ciudad madrugadora y trasnochadora, siempre viva. Los turistas allí se mimetizan mejor con el entorno que en otras ciudades, lo cual es de agradecer. La climatología, ya haga frío, ya calor, es siempre óptima. Y luego está ese olor inconfundible en el que se mezclan los aromas del currywurst, del kebab y de la canela con las fragancias del perfume de Hugo Boss, de la flor de tilo y de la marihuana, así como con los destilados de cerveza, vodka y alcantarilla. La capital alemana es una ciudad tan abierta y tan poliédrica que a cada paso uno descubre cosas a la vez sencillas y sorprendentes, incluso las cosas más feas resultan bonitas. En Berlín uno siempre encuentra algo que lo llama, lo aborda y seduce; se dobla una esquina, se topa con un grafiti que reza: “Was gibt’s Neues, Alter? (¿Qué hay de nuevo, viejo?) y uno se siente tan joven...

No hay comentarios:

Publicar un comentario