No poseían coche, ni televisor, ni nevera, ni lavadora; tampoco tenían teléfono, máquina de escribir o acceso a internet; también les habían quitado las gallinas del corral, algunos libros y las ganas de luchar. Apenas les quedaba patria, un poco de leche en polvo y media botella de ron. Pero, en cambio, conservan un par de instrumentos de cuerda, guaracha y son, mucho son. Y cuando éste suena ellas y ellos se sienten libres, dueños de su tierra y tremendamente dichosos.
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