Ya en vida eran dos seres solitarios, no necesitaban otra compañía que a si mismos. Cuántas tardes de domingo se pasaron ella en la cocina preparando una tarta o un postre, él en el jardín arreglando el seto o cortando el césped. Y hoy día, después del aquel trágico accidente, siguen evitando las compañías, las Santas Compañías, penando sus penas en compartida soledad, cabalgando juntos por los robledos y castañares de la comarca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario