lunes, 3 de septiembre de 2012

98. Retórica

No sabría decir cuántas veces habré pasado delante de este rótulo situado a la entrada de un edificio del casco histórico de Santiago de Compostela. Aún así, me sigue sorprendiendo ese adjetivo epíteto. Es más, incluso diría que me inspira desconfianza, por lo que tiene de hueco, redundante y retórico. Quizás por eso nunca he sentido la tentación de entrar en esa biblioteca. De la misma manera que tampoco sentiría curiosidad por entrar en un “gimnasio de saludables ejercicios”, ni acudiría a un “bufete de honrados abogados”, ni comería en un “restaurante de sabrosa comida”; y evitaría una “farmacia de curativas medicinas” o una “academia de provechosos estudios”. Por la misma razón recelo también de los créditos amortizables en “cómodos plazos” o de los gobiernos que proceden por “reales decretos”.

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