miércoles, 8 de abril de 2020

416. La madre de Luisito


Para muchos fotógrafos la pregunta: “¿tú qué prefieres, la fotografía en blanco y negro o en color?”, es como preguntarle a un niño: ¿tú a quién quieres más, a papá o a mamá? Muchos fotógrafos responderán que depende, según, que las dos por igual o cosas por el estilo. Otros muchos, por el contrario, dirán que se sienten más a gusto con uno u otro tipo. Personalmente, no sé por qué, quizás por nostalgia, por haberme aficionado a la fotografía a través de las viejas fotos del viejo álbum familiar, esas con el borde blanco dentado, o más tarde descubriendo a los clásicos de la fotografía, pero me decanto por el blanco y negro. Por seguir con el símil, se podría decir (sin mucho fundamento, pero me sirve para llegar a donde quiero llegar) que la fotografía en blanco y negro es más papá y la fotografía en color es más mamá. Ésta última tiene un potencial enorme para expresar variedad de tonos, calidez, alegría, más vida. Me encanta la fotografía, tanto en color como en blanco y negro, pero tengo que reconocer que las fotografías en color me gustan las de los demás. En cambio, las que yo hago, sólo muy de vez cuando, y casi nunca me veo reflejado en ellas. Por eso me siento mucho más cómodo cuando observo el mundo en blanco y negro a través de mi cámara. Recuerdo que de niño, durante una clase de catequesis, la señorita que nos instruía en historia sagrada le preguntó a Manolito, un amigo mío del barrio - ¿Y tú, Manolito, a quién quieres más, a papá o a mamá? Él, sin cortarse un pelo, respondió ufano: - ¡A la mamá de Luisito! (que, dicho sea de paso, era una mujer muy guapa). A mí con la fotografía en color me sucede lo mismo que a Manolito con las madres. En mi próxima visita al psicoanalista tendré que comentárselo. 

(Fotografía: Lola Martín Rodríguez)

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